El cerebro humano, como sistema biológico e informacional, opera bajo principios de la física de sistemas complejos: es dinámico, auto-organizado, metastable y sujeto a fluctuaciones. Desde esta perspectiva, la consciencia no emerge de una región aislada, sino de la coreografía temporal de redes neuronales integradas que se encienden, reconfiguran y disipan constantemente.
Uno de los instrumentos más prometedores para observar estos patrones dinámicos en tiempo real es el EEG, especialmente a través del análisis de microestados.
Microestados: el lenguaje eléctrico de la cognición
Los microestados EEG son patrones breves de estabilidad eléctrica en la corteza, con una duración promedio de 60 a 120 milisegundos. Cada microestado corresponde a la activación coordinada de un conjunto de redes neuronales, formando una especie de fotograma funcional del cerebro en actividad.
Se consideran los "átomos del pensamiento", ya que componen secuencias ordenadas que sostienen imágenes mentales, percepciones, emociones y decisiones. Sin embargo, un microestado aislado no constituye un "yo tensionante": se necesita un ciclo coherente y funcional, acoplado al cuerpo y al entorno, para que un estado de ser —un yo posicionado— se manifieste.
Sistemas complejos, entropía y el surgimiento de la anergia
En sistemas fuera del equilibrio, como el cerebro, la actividad neuronal se sostiene mediante energía metabólica (glucosa, oxígeno, ATP). En cada ciclo perceptivo o emocional, esta energía se moviliza con el objetivo de generar:
* Una percepción estable,
* Una decisión corporal,
* Una acción,
* O una fruición del sentir.
Sin embargo, cuando este ciclo no se completa —ya sea por represión, contexto adverso o exceso de estímulo—, parte de la energía movilizada no se convierte en trabajo útil.
Esta diferencia entre la energía activada y la energía utilizada es lo que podemos llamar aquí anergia neurofuncional.
La anergia, en este contexto, es energía cerebral que fue movilizada pero no metabolizada: no se convirtió en palabra, ni en gesto, ni en consciencia clara. Permanece como tensión residual, pulsando en los circuitos como una invitación a la reorganización.
Del exceso de energía a la reconfiguración del conectoma
Esta tensión residual —producto de la no fruición— altera los estados dinámicos de la red cerebral, creando zonas de ineficiencia funcional.
El cerebro, como sistema adaptativo, responde a esto con intentos de reorganización del conectoma funcional:
* Se prueban nuevas conexiones,
* Las sinapsis se refuerzan o debilitan,
* Los microestados cambian de frecuencia, duración o secuencia.
Esta reorganización no es aleatoria: busca restaurar el equilibrio energético y funcional, permitiendo que la energía vuelva a metabolizarse de forma eficiente e integrada.
Michel & Koenig (2018) y Friston (2010) sugieren que el cerebro trabaja para minimizar la energía libre no resuelta, lo que coincide con la noción de anergia como una fuerza reorganizadora.
Yoes tensionantes, fruición y cuerpo-territorio
El "yo tensionante" es la emergencia de un estado de ser integrado, que posiciona al cuerpo frente al mundo con intención, afecto y percepción. Nace de la convergencia entre:
* Interocepción (señales internas),
* Propiocepción (posición y movimiento del cuerpo),
* Y las activaciones perceptivas y afectivas.
Cuando los ciclos de microestados son consistentes, bien regulados y culminan en acción o expresión, surgen "yoes" fruidores: estados de ser que metabolizan completamente la energía movilizada, creando placer, claridad, pertenencia.
Pero cuando los microestados quedan atrapados en ciclos incompletos —por represión emocional, exceso de estímulo o contexto opresivo—, surgen los "yoes" anérgicos: tensos, incompletos, girando sin fruición, demandando cambio.
Diagnóstico funcional
Observar la frecuencia y duración de ciertos microestados (ej: tipo C y D, vinculados a la red default y autorreferencia) puede indicar:
* Estados de rumiación o encierro atencional,
* Exceso de energía no metabolizada (anergia emocional),
* Necesidad de reorganización conductual o afectiva.
La práctica neuroeducativa puede actuar como facilitadora de la reconfiguración natural del conectoma cuando promueve:
* Expresión afectiva y movimiento corporal (danza, arte, habla espontánea),
* Estados de fruición prolongada (respiración, atención sensorial plena),
* Ruptura de bucles microestado > tensionante > anérgico.
Conclusión
El cerebro, en su danza eléctrica, busca sobrevivir, sentir y expresarse con eficiencia.
Los microestados son los pasos; los "yoes tensionantes", los gestos; y la fruición, la danza completa.
Cuando la música se detiene a mitad, sobra energía no metabolizada —anergia— que pulsa como incomodidad, tensión o estancamiento.
Es en este espacio de exceso donde nace la invitación al cambio: la reconfiguración del conectoma como respuesta a la energía que quiere ser vivida.
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